Esta muestra surgío tras volver a gozar creando. En este período estaba muy interesada en la improvisación teatral y en la mezcla de disciplinas escénicas con la plástica, así pues esta muestra trata de dibujos improvisados y de cómo una misma imagen, o un conjunto de ellas, admite varias lecturas. Para ello dibujé cientos de rostros, la mayoría anónimos, que fueron emitidos por lo menos durante unos segundos por TV. La casualidad hizo que yo encendiera la tele en ese momento, que justo en ese instante quisiera -y pudiera- dibujar y que me fijara en esos rostros y no en otros. El conjunto vale más que la suma de las partes. Y cada rostro tiene más peso simbólico a medida que le damos unos instantes para que nuestro disco duro reaccione ante ella.
Con todo, era un experimento comercial ya que por rimera vez probé otros precios, estructura y otros valores de mercado diferentes al convencional para acercarse a la gente que normalmente no puede comprar arte. Carecía de un discurso cerrado, por que era un juego abierto con el espectador, interactivo. En la exposición cada cual podía decidir: cómo recorrer la sala, en que orden, a dónde se dirige la mirada, qué quiere compartir y dejandole al público la responsabilidad de construír un drama o una comedia con las imágenes que se encuentra.